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Beato Buenaventura de Barcelona

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Beato Buenaventura de Barcelona

BuenaventuraBarcelonaEl Beato Buenaventura Gran vino al mundo en Riudoms, pueblecito de Cataluña cercano a Tarragona, el 24 de noviembre de 1620. Sus padres eran labradores pobres, pero muy temerosos de Dios. Lo llamaron Miguel Bautista, nombre que mudó más adelante en el convento por el de Buenaventura. Al paso que crecía en edad, sus padres le enseñaban las grandes verdades de nuestra fe, y excitaban en su corazón vivos sentimientos de amor a Dios, al par que una tierna y filial devoción a la Virgen María.

Frecuentó algunos años la escuela del pueblo; después, lo emplearon sus padres en las labores del campo. No obstante sus muchas ocupaciones, el piadoso joven hallaba tiempo para cumplir fielmente los ejercicios devotos que se había impuesto para cada día. Antes y después de la tarea cotidiana, solía entrar en la iglesia a visitar al Señor sacramentado, y muchas veces, sobre todo en la víspera de las fiestas principales, permanecía en oración ante el Santísimo toda la noche.

Ya en su juventud hubiera deseado Miguel entregarse de todo en todo al Señor en la vida religiosa; pero tales razones alegó su padre para disuadirle, que Miguel se convenció de que Dios le quería todavía en el siglo. Contrajo matrimonio con una doncella muy virtuosa; pero el día de la boda, después de la ceremonia religiosa, se quedó en la iglesia por espacio de largas horas; cuando fueron a buscarle, lo hallaron totalmente absorto en altísima contemplación, y fue menester hacerle volver en sí.

Ambos esposos determinaron vivir como hermanos guardando virginidad perfecta, y así lo hicieron con la gracia de Dios. A los dieciséis meses de matrimonio, murió la virtuosa compañera de Miguel; antes de morir declaró formalmente a su madre que el Señor le había otorgado la insigne merced de guardar intacta su virginidad.

Lego franciscano

Rotos ya los lazos que le tenían atado al siglo, partió Miguel de casa con licencia de sus padres, y fue a llamar a las puertas del convento franciscano de San Miguel de Escornalbou. Se echó a los pies del Padre Provincial y le suplicó que lo admitiese como fraile converso. El buen Padre se negó a ello, alegando falta de salud y estudios en el pretendiente. Entonces le dijo Miguel: «Razón tenéis de despedirme; pero al fin y al cabo menester será cumplir lo que el Señor ha determinado». Viendo el Superior su constancia, lo admitió en el convento, donde tomó el hábito el día 14 de julio, entonces fiesta de San Buenaventura, cuyo nombre quiso llevar para merecer la protección del seráfico Doctor franciscano.

Recién entrado en la religión, dio muestras del celo con que se proponía observar la pobreza de la Orden. Al hallar en el bolsillo cierta moneda que guardaba sin advertirlo, la tiró por la ventana tan lejos como pudo, exclamando: «Maldígame Dios si en los días que me quedan de vida llego a apropiarme semejante moneda».

El fervor de los principios no se desmintió en todo el tiempo de su noviciado. Tanto sus compañeros como los religiosos antiguos le miraban como a modelo. Al año de probación, profesó con los votos religiosos.

Celo apostólico. Persecuciones del diablo

Los superiores eligieron a fray Buenaventura para que, en compañía de otros religiosos, fuese a fundar en Mora un convento de la Reforma franciscana. En esta nueva residencia llevó el Beato vida todavía más devota y mortificada, a pesar del mucho trabajo que suele acarrear una nueva fundación. Por sus cargos de limosnero y cocinero, tenía trato continuo con el mundo, pero sabía enderezarlo todo a la mayor gloria de Dios.

Lo que más le afligía era ver que el libertinaje se cebaba en poblaciones fieles hasta entonces a su fe y de sanas costumbres. Les llegaba el contagio de los ejércitos franceses que ocuparon Cataluña en el último período de la guerra de los Treinta Años.

Aunque mero fraile converso, llevado de celo ardiente, se presentaba sin temor en medio de los concursos y saraos del mundo, y con sus palabras traía al sendero del bien a los extraviados y trocaba en «Magdalenas» a las mayores pecadoras.

Casi todos los soldados franceses eran calvinistas. Fray Buenaventura intentó convertirlos, y tuvo la dicha de traer a muchos de ellos al seno de la Iglesia Católica. Notable fue la conversión de uno de los principales jefes de aquel ejército. Cierto día se llegó a él fray Buenaventura en ademán de pedirle limosna. El oficial mandó a su ordenanza que le diese algo.

— No es esa limosna la que te pido -exclamó el siervo de Dios.

— ¿Pues qué quieres? -preguntó el hereje.

— La limosna que deseo no es para el convento -repuso el fraile-, sino para la salvación de tu alma.

No se enojó el oficial con las palabras del fraile; al contrario, habiéndose mostrado hasta entonces rebelde a todas las exhortaciones, ahora oyó los consejos de fray Buenaventura con docilidad y mansedumbre y, movido de la gracia, abjuró de la herejía al poco tiempo.

Con malos ojos veía el demonio escapársele tantas almas que creía poseer para siempre. Para vengarse del santo fraile, empezó a aparecérsele de noche en figuras espantosas, amenazándole, persiguiéndole y dándole recios golpes y toda suerte de malos tratos. Pero Buenaventura, confiando en el Señor y escudándose en su fe, menospreciaba la violencia del infierno embravecido. «Nada podrás contra mí, espíritu maligno, porque Dios me ampara y defiende», solía decirle al demonio. Con hacer entonces la señal de la santa Cruz e invocar los sagrados nombres de Jesús y María, ahuyentaba a los espíritus infernales.

Éxtasis y milagros

Frente a las violentas persecuciones del infierno, el Señor solía consolar a Buenaventura con mercedes y dones realmente admirables.

Yendo un día de camino, se paró a hablar con algunos amigos y, en la conversación, vinieron a tratar de las glorias de la Virgen María. De repente, apareció el Beato cercado de extraordinario resplandor; se alzó en el aire y recorrió unos cien pasos gritando con toda su fuerza:

— ¡Virgen Santísima! ¡Virgen Santísima! ¡Viva la Virgen Santísima!

Un hecho más maravilloso todavía ocurrió un día de fiesta en la iglesia del convento, donde por mandato del superior explicaba la doctrina a los niños. Mientras hablaba con fervor de los misterios de nuestra fe, miró un instante a un cuadro de la Inmaculada colocado en el altar mayor. Lo mismo fue verlo que lanzarse disparado como una flecha por el aire hasta besar con sus labios el purísimo rostro de la Virgen. Los niños empezaron a gritar asustados; acudieron los frailes y muchísimas personas vecinas de la iglesia, y todos contemplaron admirados aquel éxtasis maravilloso, hasta que el padre superior, para acabar con aquel alboroto de la gente, mandó al Beato que bajase. Al punto obedeció fray Buenaventura; pero extrañado y corrido a vista de la muchedumbre, se retiró a su celda para no oír las voces del pueblo, que le aclamaba ya como a santo.

El Señor le favoreció asimismo con el don de milagros. Siendo cocinero, dejó un día la comida en el fogón y se fue a la iglesia a hacer una visita corta. Pero, estando allí, quedó arrobado en éxtasis, y se olvidó totalmente de las ollas y del fogón. Entretanto la comida de la comunidad quedó del todo quemada y echada a perder.

— ¿Qué hacéis, fray Buenaventura? -le dijo el hermano campanero, antes de tocar a comer-; la comida está totalmente quemada, y así tendrán que contentarse hoy los frailes con pan y agua.

— No tema, hermano -repuso humildemente el siervo de Dios-, todo se arreglará. Toque a comer como de costumbre, y el Señor proveerá al sustento de sus siervos.

Fue a tocar el campanero, riéndose para sus adentros de la ingenuidad de fray Buenaventura. Pero, ¡cosa maravillosa!, llevaron al comedor aquellos alimentos carbonizados, y los frailes los hallaron tan exquisitos y en su punto, que declararon no haberlos comido nunca tan sabrosos.

Otro día recibió el Beato dos hermosos peces para la comida de los frailes. Se ausentó unos instantes y al volver no halló sino las espinas. Los culpables habían sido los gatitos del convento. Buenaventura los llamó a todos sin enfadarse y, tomando mansamente en sus rodillas al más viejo, le echó un sermoncillo de encantadora sencillez: «¡Ah goloso! -le dijo-; tú, que eres el más viejo y deberías dar buen ejemplo a los gatitos tus compañeros, les enseñas a robar y comerse el pescado de los pobres franciscanos. Mira, no tengo más remedio que castigarte delante de todos tus compañeros para que escarmienten». Diciendo esto, le dio unos golpecitos con la mano, pero con tanta suavidad, que más parecían caricias. Hallábase entonces en la cocina un tal Salmerón; al ver aquella escena, no pudo menos de reírse a carcajada limpia. Pero aquella risa se trocó en admiración cuando al mirar al plato vio, en lugar de las raspas, otros dos peces tan grandes y hermosos como los de antes.

Una señora llamada Isabel Vila criaba gusanos de seda; pero llegó a faltarle hoja de morera, con lo que temió perder el fruto de su labor. Acudió a fray Buenaventura, y éste fue con ella a ver de qué se trataba. Ante aquellos gusanillos muertos de hambre que levantaban sus cabecitas como pidiendo el sustento de que habían menester, dijo a la señora:

— No os aflijáis, doña Isabel; estos minúsculos hermanitos nuestros están ahora alabando al Señor.

Y mirando a los gusanitos les dijo:

— Vaya, hermanos gusanos; puesto que ya no hay hojas que comer, haced vuestros capullos.

No en balde les dijo el Beato estas palabras, porque la misma noche hicieron capullos tan grandes y de tan excelente calidad, que la señora logró beneficio mayor que si la hoja no hubiera faltado.

Salió cierto día a pedir limosna, y advirtió de pronto que el Ebro arrastraba a una mujer con su borriquillo. Ya estaban a punto de perecer ahogados, cuando Buenaventura se fue a ellos andando sobre las aguas, y los trajo a la orilla.

— ¡Prodigio, prodigio! -empezaron a gritar los transeúntes.

— ¿A esto llamáis prodigio? -les dijo el Beato; y cándidamente añadió-: La prueba de que no es un milagro, es que todos podéis hacer lo mismo si tenéis fe.

En el convento de Tarrasa

Al humilde fray Buenaventura le pareció que no era nada cuanto hasta entonces había hecho en la religión. Pensó reformar su vida, y para ello no vio mejor camino que fundar un convento donde se observase rigurosamente la primitiva Regla de San Francisco. Un día estaba el Beato suplicando a la Virgen María que le diese a conocer cuál era la voluntad divina. La Reina del cielo se le apareció entonces y le dijo:

— Buscas, hijo, cómo fundar un convento de la perfecta observancia. Yo te lo diré. Parte para Roma. Allí quiere Dios fundar por tu medio un Instituto más austero.

Aquel mismo día se le apareció Nuestro Señor, y le volvió a decir que partiese para Roma, donde podría llevar a efecto la reforma.

Manifestó Buenaventura a sus superiores la orden celestial y, como era modelo de obediencia, aguardó con sosiego que le llegase la licencia de embarcarse para Italia. Mucho le costó al padre Provincial dar el permiso, porque no quería perder un fraile tan virtuoso; y así, en vez de dejarle ir a Roma, lo envió como limosnero al convento de Tarrasa.

Aquí tuvo ocasión de desplegar todo su celo. Cierto día se llegó hasta el puerto de la cercana ciudad de Barcelona. Entró en una galera y, al ver a los cautivos moros que hacían de remeros, movióse a compasión. Empezó a hablarles, y lo hizo con tanta mansedumbre y caridad, que todos ellos, movidos y persuadidos con las palabras de Buenaventura, acabaron pidiendo el bautismo.

Finalmente, le dieron licencia para embarcarse. Pronto cundió la noticia por Tarrasa y sus alrededores, y se afligieron sobremanera todas aquellas gentes. Llegó el día del embarco, y entonces se vio cuánto apreciaban todos al humilde fraile limosnero; porque al llegar al puerto, fue tal la aglomeración de gente que cercó a fray Buenaventura, que no podía dar un paso. Esta demostración popular le conmovió vivamente. «Hermanos míos -les dijo-, si no fuera porque así lo quiere el Señor, nunca me separaría de vosotros. Ofrezcámosle todos el sacrificio de nuestra propia voluntad». Diciendo esto, se levantó en el aire, donde permaneció suspendido una hora a vista de la gente.

Entendieron con este prodigio que no debían oponerse más tiempo a que se embarcase el siervo de Dios y, en cuanto hubo bajado al suelo, se apartaron y le dejaron libre el paso. En medio de las lágrimas y gemidos de los presentes, entró Buenaventura en un navío que se hacía a la vela con rumbo a Italia.

Reformador y apóstol. Su muerte

A punto estuvo el navío de caer en manos de los holandeses, enemigos entonces de España. El Beato lo salvó milagrosamente, porque con el Santo Cristo en la mano gritó a los perseguidores que se acercaban:

— Deteneos, enemigos de nuestra fe, y no os acerquéis más.

Al punto se levantó un viento huracanado que barrió lejos los cuatro grandes veleros holandeses, y empujó al navío español hacia las costas italianas. También sosegó una furiosa tempestad con sólo una palabra.

Desembarcó en Génova, y prosiguió a pie hasta Roma, pasando por Loreto y Asís. Primero se hospedó en el convento de Ara Coeli. De allí pasó al de San Mauricio, con el cargo de limosnero. Pero, a poco de llegar, se ganó de tal manera el aprecio de las gentes, que en tropel acudían a verle, lo que determinó a los superiores a enviarle a Capránica (Viterbo). Aquí premió el Señor la obediencia de su siervo, permitiendo que la sagrada Hostia volase de los dedos del sacerdote a los labios del Beato después del Dómine non sum dignus.

La noticia de este milagro llegó hasta Roma. Los cardenales Facchinetti y Barberini -este último protector de la Orden-, con intento de asegurarse del hecho y estudiar de cerca el espíritu del Beato, le hicieron ir al convento de San Isidoro, en Roma, del que fue cocinero. Los dos príncipes de la Iglesia acudieron a verle, hablaron con él largo rato y quedaron convencidos de la eminente santidad del humilde lego franciscano. A menudo iban a verle o le llamaban a palacio. Estas amistades fueron de gran provecho a Buenaventura para llevar a efecto la anhelada Reforma.

Merced a la intervención de tan poderosos protectores, tuvo el humilde fraile una larga entrevista con el Sumo Pontífice Alejandro VII, el cual, maravillado de que un hermano lego le hablase con elocuencia tan extraordinaria, encargó al cardenal Barberini que apresurase la ejecución de aquella empresa.

El cardenal llamó a Buenaventura. Le dijo que redactase una súplica a la Congregación de Obispos y Regulares, y el mismo prelado la presentó a los Padres, que la aprobaron. Alejandro VII sancionó, el 8 de marzo de 1662, la fundación de la Reforma, y el Capítulo provincial franciscano celebrado en Roma aquel mismo año cedió al Beato y a sus compañeros el convento de Santa María de las Gracias, sito en Ponticelli (Rieti).

Quince religiosos, entre padres y hermanos legos, acudieron al llamamiento de fray Buenaventura. Su vida fue copia de la del santo Fundador; ni almacenaban provisiones, ni aceptaban estipendios por la predicación, misas u otros ejercicios del santo ministerio, y se contentaban con lo que la Providencia les enviaba por mano de los bienhechores.

Buenaventura no aceptó el cargo de superior sino por imposición del cardenal Barberini; y por cierto que lo ejerció con vigilancia, prudencia y caridad tales, que todos se hacían lenguas ensalzando las virtudes de su amado Guardián.

— ¿Dónde habéis estudiado, fray Buenaventura? -le preguntó cierto día un hermano.

— En las llagas de Jesucristo -le contestó el Beato.

Tanto prosperó la Reforma, que fue menester fundar otros conventos para recibir a los muchos que deseaban entrar en ella. El más famoso fue el de Roma, en el Palatino, llamado convento de San Buenaventura, fundado el 8 de diciembre de 1677 con veinticinco frailes.

Durante su estancia en Roma, fue este santo y humilde religioso otro San Felipe Neri. Solía enviar a los padres a dar misiones en todas las iglesias de la ciudad y parroquias vecinas. Enseñaba la doctrina a los niños en el portal del convento; visitaba a los enfermos en los hospitales, y a muchos los curaba milagrosamente con sólo rezar por ellos. Por eso, cuando alguien caía enfermo, solían decir: «Llamemos a fray Buenaventura»; y también: «Llevémosle a fray Buenaventura».

Le agradaba sobremanera dar limosna a los pobres. Quería que cada mañana se les repartiese abundante sopa; cuando los mendigos eran más numerosos, las provisiones se multiplicaban milagrosamente en las manos del Beato. Cierto día que volvía al convento llevando a cuestas el pan de la comunidad, se vio cercado de tantos pobres, que se le llevaron todo el pan.

–Señor -dijo entonces fray Buenaventura-, así como yo atiendo a las necesidades de vuestros pobres, Vos proveeréis a las de mis frailes.

Y así fue, porque, al llegar al convento, el cesto se halló lleno de tanto y mejor pan que antes.

Al conde Tomás Barberini le predijo que tendría pronto un heredero, como así sucedió el mismo año; y al cardenal Francisco Barberini le libró de gravísimo peligro, porque, a pesar de cierta prohibición, entró el Beato en el aposento del prelado y, para despedirse, le acompañó el cardenal hasta la puerta de palacio; y no bien habían salido del aposento, se derrumbó el techo del mismo estrepitosamente.

Llegó el Beato a la edad de sesenta y cuatro años. Previendo ya su próximo fin, solía repetir amorosamente: «¡Paraíso, paraíso! ». El 15 de agosto de 1684, le sobrevino una recia calentura. Los médicos esperaban vencerla, pero Buenaventura aseguraba que no sanaría. El 11 de septiembre recibió los santos Sacramentos con admirable devoción, bendijo a los frailes, y fue arrebatado al éxtasis eterno de la vida perdurable.

El Sumo Pontífice Pío X beatificó a fray Buenaventura Gran de Barcelona el 10 de junio del año 1906.

[Beato Buenaventura de Barcelona, en El Santo de cada día, tomo V. Zaragoza, Editorial Luis Vives, 1955, pp. 111-119]

(Fuente: franciscanos.org)

http://www.santopedia.com/santos/beato-buenaventura-de-barcelona

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Cáritas diocesana de Córdoba: 60 años en el corazón del Evangelio

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Cáritas Diocesana celebra su sesenta aniversario de su fundación en Córdoba con la Eucaristía de acción de gracias presidida por el Obispo de Córdoba

 

MIembros del Cabildo, antiguos elegados de Ca´ritas, sacerdotes, autoridades civiles, militares y cadémicas. Saludo a la gran familia de Cäritas. 60 año sembrando esperanza invitando a seguir siendo parte de nuestro futuro. El Evangelio del día, somos conscientes de las injusticias de nuestro mundo. personas que sufrieron abandono, vicio o aquien cambió su suerte, gente que confió sus negocios ha sido engañada y traicionada, la sensación de injusticia la vivimos tososg, especialmente quienes estáis cerca de personas con necesidad.

Pensamos entonces en Álguien qe ha haga justicia, el Evangelio responde a «este sueño de justicia», dijo aludiendoa Benedicto XVI. El Evangelio nos invita a buscar bienes de allá arriba, la verdad de Dios frente a la seudo verdades del mundo. No debemos ignorar la presencai de Jesucristo presente enlos sacramentos, eejercitemonos también para que avance la justicia desde la caridad que dignifica aquienes han sido víctima de la injusticia.

El texto evangélico que narra la elección de los doce apóstoles, el texto de las Bienaventurazasf, Jesus llama dichosos a los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos y puede haber interpretaciones es el opio del puebleo pero es el plan detrabajo donde proclamó que habi venido a liberar a los oprimidos, En labios de Mará pone otras antítesis que revelan constraste de la cultura actual nos presente, el SEñor no quier pobres, sino humildes, no quieren personas que llores y el Misericodioso, no se gza con la persecusión de sus hijos pero nos asegura uqe cuando falla la jysticia humana la cosa tienesolución, recuperarán la alegría, a veces «no sucederá en este mundo

Las bienvan es una llamada al compromiso y al que atiendo los llama a participar de la felicidad eterna.

Habéis hecho losdirectivos, delegadosg, administradores, voluntarios, donantes, delegados»hoy es un día proipcio para dar gracias aDios por la Gracia del amor de Dios», el amor es creativo y CC es capaz de responder a las necesidades intentando idisginicar a la persona, haciendola protagonista de su reciperación, por eso se ha primado el acompañamiento. Enumeró los servicios activos y mirando al futuro el Papa francisco, «Vuestro camino es el caminio de los últimodsg, porque los pobressonlos privilegiados del Evangelio y ha deser un acaminio de renovacióncuidando la casa dcomún promoviendo una cultura del encuentro y de la caridad

 

 

 

El director de Cáritas, Darío Reina, realizó una monición de entrada en la que mostró el agradecimiento por seis décadas de trabajo al lado de los más desfavorecidos de la sociedad y enumeró las pobrezas que emergen y se acrecientan debido a la soledad no deseada, la crisis habitacional ola precariedad laboral. Con la mirada puesta en la esperanza, en este año Jubilar, Reina reconoció la labor incansable de voluntarios, trabajadores y sacerdotes que a través de las 167 Cáritas Parroquiales de Córdoba han ejercido la caridad y expresó que «donde hay caridad y amor, ahí está Dios» y . Sin Caridad no hay ni celebración ni viad cristiana, pedir caridad es pedir que nos transforme en hombres nuevos . Tal día como hoy en 1965 ha sido faro de esperanza y una mano tendida, una historia de compromiso cristiano. Su misión no ha sido iuasistencial sino también transformadora, a lo largo de 60 años ha afrontado las crisis, desempleo, migración, cada etapa ha sido afrontada con fidelidad al evangelio. Historia de Iglesia en salidsav como pidió Francisco una iglesia que no esperaba en los templos sino que salío a por los últimos. 167 cárritas parroauiales, voluntarios. Un sí sostenido. 20 personas en 2025, laboral, asesoría legal, escucha, acogida . L anuestar es un aacción de graciast, con el coraz´n muy agradecido.

60 años se,mbrando esperanaz, renovar, esun impulso, la carida es el corazón del Evangelio. Retos:Solead, vivencia, sostenibilida ecológica, el amor es siempre es crativo. 60 años sigue siend una comunidad de amor que hace visible a Cristo entre los más pobret. Sea para sembrar esperanaz en nuestra Tierra

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La parroquia del Campo de La Verdad recupera una hornacina

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Se ha ornamentado para colocar en ella la imagen de la Virgen de la Merced

El pasado sábado, 6 de septiembre, se ha bendecido en la Parroquia de San José y Espíritu Santo una antigua hornacina que se ha recuperado y se ha ornamentado para colocar en ella la imagen de la Virgen de la Merced, donada por una familia del barrio. Esta imagen es de origen valenciano, de 1912 y ha sido restaurada en vistas a su donación.

La hornacina ha sido decorada por varios voluntarios especialistas de la misma Parroquia, y gracias a los donativos de particulares y feligreses.

En la bendición, estuvieron presentes las Hermanas Mercedarias de la Caridad que sirven al barrio del Campo de la Verdad con su Colegio y su entrega generosa, además de los donantes, las restauradoras, voluntarios, profesores y alumnos del Colegio de Ntra. Sra. de las Mercedes y un gran número de feligreses.

 

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Los colegios Fundación Diocesana Santos Mártires inician el nuevo curso escolar con alegría e ilusión

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Alumnos, familias y docentes celebran juntos el comienzo de una nueva etapa educativa

Con un ambiente lleno de alegría y esperanza, los colegios de la Fundación Diocesana Santos Mártires de Córdoba han dado la bienvenida al nuevo curso escolar 2025-2026. Desde primera hora de la mañana del miércoles, 10 de septiembre, las aulas y pasillos de los 17 centros educativos se han llenado de reencuentros, sonrisas y nervios, propios del primer día de colegio.

El inicio de este nuevo curso reafirma el compromiso de la Fundación con una educación católica e integral, que une la excelencia académica con la formación en valores y la fe cristiana. En cada uno de los centros que conforma dicha institución, se promueve el crecimiento personal y espiritual de los alumnos, guiándolos en la construcción de una vida fundamentada en el Evangelio.

Las familias acompañaron a los más pequeños en su primer día, compartiendo la emoción de esta nueva etapa, mientras que los alumnos de cursos superiores se reencontraban con compañeros y profesores, listos para afrontar nuevos retos.

“Cada comienzo de curso es un regalo. Ver a nuestros alumnos llegar con tanta ilusión nos motiva a seguir trabajando por una educación que forme no solo en conocimientos, sino también en valores y en fe”, destacó la directora de la Fundación, Rocío Asensio.

La Fundación Diocesana Santos Mártires afronta este curso con la mirada puesta en el futuro, apostando por la innovación pedagógica y por la atención personalizada en el alumnado, sin perder nunca de vista su identidad católica como pilar esencial de todo el proyecto educativo.

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La Diócesis pone en marcha una nueva edición del curso “La protección de los menores en la Iglesia”

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Podrá hacerse en modalidad presencial u online y el plazo de inscripción está abierto hasta el 15 de octubre

La Diócesis pone en marcha una nueva edición del curso “La protección de los menores en la Iglesia”. Esta formación está dirigida a formadores, educadores y agentes de pastoral en general, sacerdotes, miembros de Institutos de vida Consagrada y Sociedades de Vida apostólica, así como otras asociaciones presentes en la Diócesis. En definitiva, todas aquellas personas que directa o indirectamente están relacionadas con la atención a menores y personas vulnerables.

El objetivo del curso es promover ambientes seguros y la formación de quienes directamente se ocupan de los menores y las personas vulnerables en ambientes educativos. Responde también a las solicitudes de la Iglesia de prevenir y tutelar los derechos de los menores y personas vulnerables. “Comenzamos en la Diócesis con este curso sobre la protección de los menores en la Iglesia con la finalidad de ampliar la conciencia eclesial sobre este tema tan importante y poder ofrecer formación a quienes lo deseen”, explican los responsables del curso.

Los alumnos podrán elegir entre modalidad presencial o modalidad online para realizar este curso certificado por la Universidad Eclesiástica de San Dámaso. Las clases se impartirán en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Beata Victoria Diez de la mano de un profesorado que favorecerá el aprendizaje reflexivo, práctico, experiencial y en diálogo con el alumnado. Los temas que impartirán abordarán aspectos teológicos, jurídicos y psicológicos.

Aquellas personas interesadas en el curso pueden hacer la preinscripción a través del siguiente enlace: https://institutovictoriadiez.com/inscripcion/inscripcion.php.

Para más información se puede solicitar en el teléfono 957 761 041 en horario de 17:30 a 20:30 horas, de lunes a jueves, por WhatsApp al 618 598 476 o por correo electrónico isccrr@gmail.com o bien diocesisdecordobacmp@gmail.com.

Curso proteccion de los menores 2025-2026 por pagina

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“La fe de María, la fe de nuestro pueblo”

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Miq 5,1-4ª: Dé a luz la que debe dar a luz.
Rm 6,28-30: A los que Dios había conocido de ante mano los predestinó.
Sal 12: Desbordo de gozo con el Señor.
Mt 1,1-16.18-23:La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.

  • Mi saludo y agradecimiento al Sr. Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, a la Hermandad de la Santísima Virgen de la Victoria, así como también a la Orden de los Mínimos.
  • Deseo destacar mi felicitación a la Hermandad de la Virgen de la Victoria por su 150 aniversario. Siglo y medio de amor y difusión de la devoción a la Patrona y Madre de Málaga.
  • Y a todos los que concurren a esta Eucaristía para avanzar en nuestro amor a la Patrona y Reina de Málaga. Desbordamos con Ella de gozo en el Señor en este día de su Natividad.
  • Hoy nos congregamos para celebrar con alegría a la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga. Cada 8 de septiembre, recordamos con gratitud a la Madre de Dios, quien acompaña y guía nuestro camino, tal como ha hecho a lo largo de la historia de vuestra ciudad, especialmente en las circunstancias más difíciles.
  • La Santísima Virgen de la Victoria es para nosotros:

– Nuestra Protectora: Queridos hermanos, ¿cómo no vamos a vivir con alegría esta fiesta en honor de la Santísima Virgen de la Victoria, ya que ella nos escucha siempre en su templo, custodiado por la Orden de los Mínimos y en la intimidad de nuestro corazón, de nuestros hogares; en nuestra debilidad y desvalimiento personal y colectivo: pobreza, sufrimientos. Ella está presente en el logro de vuestras conquistas: de prosperidad, cultura, y conciencia de vuestra identidad. Del mantenimiento y vitalidad cristiana y eclesial en las familias, parroquias y diócesis de Málaga.

– Nuestro Modelo: Ella, la Virgen de la Victoria, ha sido el modelo de lo mejor que habéis querido ser siempre. “María es lo que debe ser la Iglesia” (S. Juan Pablo II). Por ello nuestra verdadera renovación cristiana y eclesial, personal y comunitaria ha de pasar necesariamente por el incremento del amor y devoción a la Virgen de la Victoria y su vivencia en un cristianismo comprometido en la sociedad de hoy como nos pedía el Papa Francisco.

– Nuestra Madre y Patrona: Nos señaló el Concilio Vaticano II en el comienzo de su Constitución Pastoral Gaudium et Spes: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (n.1).

Todo esto lo ha cumplido para con las buenas gentes de Málaga Santa María de la Victoria. En su Hijo Jesucristo, nuestro Hermano y Salvador, la Santísima Virgen (y con ella la Iglesia de la que es modelo) nos recibe a todos como hijos y nos abraza en nuestro sufrimiento.

“Precisamente en este camino -peregrinación eclesial a través del espacio y del tiempo, y más aún a través de la historia de las almas- María está presente como la que avanzaba en la peregrinación de la fe, participando como ninguna otra criatura en el misterio de Cristo. Añade el Concilio que `María…Habiendo entrado íntimamente en la historia de la salvación, en cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias de la fe’ (L.G. 65). Entre todos los creyentes es como un `espejo´, donde se reflejan de modo más profundo y claro las maravillas de Dios (cfr.: Act. 2,11)” (Redemptoris Mater, núm. 25).

Y así lo ha vivido y vive Málaga. Los Papas y Obispos han reconocido el valor excelso para el Pueblo de Dios de esta bendita imagen de la Virgen y la ha adornado de títulos y honores, desde la declaración de su patronazgo hasta su coronación canónica.

La historia nos narra que la Virgen de la Victoria fue recibida por el rey Fernando el Católico durante la conquista de Málaga. Este regalo representa más que una victoria territorial; es un símbolo de que la verdadera victoria no se encuentra en las armas, sino en la fe y la entrega. La imagen de la Virgen se ha erigido como un faro de esperanza y refugio en tiempos de crisis, inspirando a generaciones.

En nuestro contexto histórico del siglo XXI, la victoria que celebramos va más allá de lo material. Nos dice la primera carta de San Juan (5,4) lo siguiente: «pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe».  La victoria que vence al mundo es nuestra fe. En un mundo lleno de incertidumbres, nuestra fe en Dios se convierte en nuestra mayor fortaleza, enseñándonos a afrontar adversidades con amor y esperanza.

La primera bienaventuranza del Evangelio es precisamente la bienaventuranza de María como es saludada por Isabel y se refiere a la grandeza de la fe de la Santísima Virgen María: “Bienaventurada tú porque has creído lo que se te ha dicho de parte del Señor” ((Lc 1, 45). La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo, hemos escuchado en el Evangelio de hoy. Ella es la Madre de Dios y, como dicen los Padres de la Iglesia (cfr.: S Agustín, Sermón 215, 4), concibió a Cristo antes por la fe que en sus purísimas entrañas. María concibió a Jesús en su corazón por la fe y la aceptación de la misión que Dios le encomendaba. Este acto de fe fue un acto interior de amor y sumisión, que se materializó en la Anunciación.

La Virgen, con su imagen maternal, nos invita a acercarnos a ella con confianza. Así como fue fortalecida en su fe y se convirtió en instrumento de salvación, nosotros también estamos llamados a ser testigos de esta fe en nuestra vida diaria. Se nos invita a ser luz en la oscuridad, a buscar la paz en los conflictos y a llevar amor donde hay odio.

Un pueblo que fiel a sus tradiciones cristianas como lo es Málaga celebra la fe en María y de ella aprende a vivir la fe cristiana. Nos decía precisamente el recordado Papa Benedicto XVI: “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4)”. (Carta Porta Fidei).

Necesitamos hoy más que nunca de renovar y testimoniar nuestra fe en Dios, que es la fe de la Virgen María y proclamar su primacía en un mundo que vive como si Dios no existiera. Secularismo. Paganía ambiental. Necesitamos afirmar nuestra fe en Dios.

El mismo Papa Benedicto XVI nos recordaba en su Carta Apostólica: que nuestra fe tiene que ser confesada y testimoniada. Confesar y testimoniar a Cristo:

“El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso”.

Por todo esto no deja de sorprender y damos gracias a Dios por ello que, a estas alturas de persistente empeño secularista en la España de hoy, alimentado de modas ambientales y de impulsos ideológicos y políticos innegables, se viva, como se comprueba una y otra vez en las fechas patronales como esta, en Semana Santa en nuestros pueblos y ciudades de Andalucía, con tanto fervor por los creyentes y respeto por quienes no lo son. Y para ejemplo la Semana Santa de Málaga.

A pesar de que muchos sólo entenderán como culturales, estéticos e incluso como simplemente folklórico, estos actos de culto de procesionar a Cristo vivo y sacramentado en la custodia, como hacerlo en Semana Santa con el paso de la imagen de un Cristo o de la Santísima Virgen, no puede ser sólo un acto externo o, si se quiere, exclusivamente devocional, es también reivindicar el derecho de la religión católica y de sus fieles a ocupar un puesto en el espacio público de nuestro país, de innegable raíces e impronta cristiana, no sólo en su historia, no sólo en los tiempos de la conquista por Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, sino también en su presente.

Esto es especialmente necesario cuando nuestra sociedad vive un proceso de secularismo a la par que, de pluralismo social y religioso, y se está promoviendo una falsa concepción sobre la naturaleza del catolicismo en la sociedad, al que algunos sólo le querrían conceder carta de ciudadanía en el foro privado, en el de la intimidad o de la conciencia, o todo lo más en el espacio sagrado de los templos. Por esto mismo, cualquier afirmación -como es esta fiesta malagueña de la Virgen de la Victoria y en tantas queridas advocaciones marianas en este 8 de septiembre- de las señas de identidad cristiana en el ámbito social y público es especialmente precisa en un mundo secularizado como el nuestro.

Es por eso es verdad que no podemos quedarnos en la imagen sin más, en la fiesta o romería, pues esta religiosidad o piedad popular necesita para no ser solo algo del pasado, de sentimientos y costumbres, el auxilio de la doctrina y la liturgia: fe creída y celebrada en la Iglesia, de la Eucaristía. Pero, qué errado e injusto es despreciar y marginar la fe de los sencillos, la piedad popular, la fe encarnada de nuestro pueblo como la definía el recordado Papa Francisco a la piedad popular.

Culto y vida, personal y social o pública, culto y cultura con todo lo que esta palabra significa van de la mano en el cristianismo. La ruptura de este hermanamiento no sólo es una orfandad para el auténtico engrandecimiento de lo humano, sino un fracaso para la propia religión.

Quizá éste sea, como decía S. Pablo VI, uno de los dramas de nuestro tiempo: la brecha abierta entre el Evangelio y la cultura, la vida social y pública, frutos de la marginación de Dios en la modernidad. Trabajemos para lograr de nuevo su hermanamiento y vivir con fe nuestras tradiciones de la piedad popular que hemos recibido de nuestros mayores, como es nuestra devoción a la Virgen de la Victoria, es una forma, nada desdeñable con tal que no vayan solas sino con el acompañamiento de una vida cristiana coherente y de hacerlo, ahora más que nunca, en los tiempos que corren.

En definitiva, queridos hermanos, la verdadera victoria, como nos enseña nuestra Patrona, se encuentra en la fe. En un mundo lleno de desafíos, nuestra fe nos invita a ver más allá de las dificultades y a descubrir luz en las sombras. Es en la fe donde hallamos la paz y la fortaleza necesarias para enfrentar las pruebas de la vida.

La Virgen de la Victoria nos anima a vivir nuestra vocación cristiana con amor y firmeza. Nos recuerda que la verdadera victoria no reside en logros materiales, sino en nuestra capacidad de amar, perdonar y servir a los demás. Cada acto de bondad y generosidad se convierte en un reflejo de la victoria que tanto buscamos. Nuestra lucha es, auxiliados por la gracia de Dios, buscar la santidad a la que todos los cristianos estamos llamados. Y para lograr la victoria de la santidad nuestras armas no son otras que las que aconsejaba san Pablo a los cristianos de Éfeso: “Buscad -les decía- vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder…Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir…. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios” (Ef 6, 11-17).

No podemos quedarnos en cristianos mediocres, en aquellos de mero cumplimiento, sino que hemos de ser cristianos coherentes, a pesar de nuestra debilidad. Por eso en esta festividad, renovemos nuestra fe y nuestro compromiso con el amor. Que sigamos su ejemplo, convirtiéndonos en portadores de esperanza y testigos de la verdad. Seamos valientes en nuestras luchas personales y solidarios con quienes sufren.

La Santísima Virgen nos lleva a la victoria, a la victoria de nuestra fe. Mantengamos, por tanto, como se nos invita en este año jubilar nuestra esperanza. Cristo y María han vencido y con ellos nosotros «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono» (Ap 12, 1-5).

Pidamos a nuestra Madre, la Santísima Virgen de la Victoria, que interceda por nosotros, por la ciudad de Málaga, por vuestro nuevo obispo D. José Antonio Satué, que tomará posesión el próximo día 13; por nuestro querido D. Jesús, que ha sido vuestro pastor diocesano durante tantos años y por la querida diócesis de Málaga y por nuestra España, para que la victoria de la fe ilumine cada corazón y cada hogar. Que siempre encontremos en la Santísima Virgen un refugio y un aliento en nuestro caminar. Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

Catedral de Málaga
8 de septiembre de 2025

Corre por la parroquia de La Alberca

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La Parroquia Nuestra Señora del Rosario de La Alberca (Murcia) necesita de la colaboración económica para poder rehabilitar el templo, que sufre graves daños estructurales. «Esta tarea es urgente, ya que en los últimos estudios que se han hecho se ha detectado que el edificio no tiene cimientos y se está hundiendo», explica el párroco Juan José Noguera. Una obra de gran envergadura y para la que ya se están organizando diferentes actividades con el objetivo de «concienciar a las personas de la necesidad de arrimar el hombro en este momento» y poder recaudar fondos para su pronta ejecución.

El próximo evento será el 5 de octubre. Para este día está previsto que se celebre la I Rosarina, una carrera solidaria cuyo recorrido será totalmente urbano, con una vuelta por la pedanía murciana de La Alberca. Habrá dos modalidades con diferentes categorías en cada una de ellas: carrera absoluta, en la que los corredores recorrerán siete kilómetros; y marcha solidaria para los que prefieran realizar el tramo andando, con una distancia de cinco kilómetros y medio.

Las inscripciones ya se pueden realizar online a través de la plataforma BabelSport hasta el 2 de octubre. El precio del dorsal para adultos es de doce euros e incluye la bolsa del corredor y el avituallamiento. Se podrá también colaborar con el Dorsal 0, y dar de esta forma la zancada solidaria con una aportación de 10 euros, sin opción a bolsa del corredor.

Al término de la carrera habrá comida, música y sorteos. «Pretendemos que sea un día de fiesta para los corredores y sus familias, un día de auténtica solidaridad, hermandad y fraternidad», propone Noguera, en el que, además, se estará colaborando con la restauración del templo parroquial de Nuestra Señora del Rosario de La Alberca.

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Cinco nuevos delegados y directores de secretariados diocesanos toman posesión de su cargo

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La capilla del Obispado de Huelva ha acogido en la mañana de este miércoles, 10 de septiembre, la toma de posesión de cinco nuevos delegados diocesanos en el marco de un acto presidido por el Obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez Sierra, acompañado por los vicarios episcopales.

Durante la celebración, los nuevos responsables diocesanos han recibido oficialmente el encargo pastoral encomendado, poniéndose al servicio de la Iglesia onubense en sus diferentes áreas de misión.

DELEGADOS DIOCESANOS

Los nombramientos corresponden a:

  • Rvdo. Sr. D. Francisco Javier Real Álvarez, Delegado Diocesano de Evangelización Digital. Párroco de San Juan del Puerto, es doctor en Teología Moral por la Academia Alfonsiana de Roma y profesor de esta materia en el Seminario Diocesano y el Instituto Teológico San Leandro, del cual fue director hasta el pasado curso, durante más de quince años. Ha publicado el libro “Redes sociales y experiencia relacional: Una propuesta de cibermoral basada en la comunión”, fruto de su tesis doctoral.
  • Rvdo. Sr. D. José Ángel Romero Pérez, Delegado Diocesano de Catequesis de Iniciación Cristiana y Catecumenado de Adultos. Es párroco de la parroquia Cristo Sacerdote de Huelva capital y juez del Tribunal Diocesano.
  • Sr. D. Juan Bautista Quintero Cartes, Delegado Diocesano para el Patrimonio Cultural. Actualmente es secretario-canciller de la Diócesis de Huelva, además de profesor del Seminario Diocesano. Ejerce, asimismo, como secretario de la Comisión para el Año Jubilar, del Consejo de Pastoral Diocesano y del Consejo Episcopal, entre otros órganos.
  • Sr. D. Alejandro Ramos González, Delegado Diocesano de Comunicaciones Sociales. Forma parte del Consejo de Pastoral Diocesano y actúa como portavoz de la Comisión para el Año Jubilar. Es también miembro de la Comisión para el Sostenimiento de la Iglesia Diocesana.
  • Sr. D. Juan José Jiménez Hernández, Delegado Diocesano para el Apostolado de los Laicos. Vinculado de manera activa a la pastoral diocesana, es miembro del Consejo Pastoral Diocesano y ha ejercido responsabilidades en el ámbito de la pastoral juvenil y de adultos en distintas parroquias de la diócesis.

DIRECTORES DE SECRETARIADOS DIOCESANOS

  • Rvdo. Sr. D. César Guzmán Quesada, Director del Secretariado Diocesano de la Pastoral de Sordos. Es párroco de Campofrío, El Campillo, Mina Concepción y El Patrás.
  • Rvdo. Sr. D. Rafael Garrido Sánchez, Director del Secretariado Diocesano para las Asociaciones Eucarísticas. Es Vicario Parroquial de San Pedro (Huelva).
  • Sr. D. Emilio Muñoz Jorva, Director del Secretariado Diocesano de Música Sacra. Fue director del Secretariado de Migraciones y ha estado siempre muy vinculado a la música sacra. También formó parte del Consejo de Pastoral Diocesano.
  • Sra. Dª Guadalupe Montemayor Díaz Rodríguez, Directora del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria. Catequista de las parroquias de Aljaraque, es voluntaria de la propia Pastoral Penitenciaria.

Con esta toma de posesión, la diócesis continúa fortaleciendo las distintas áreas pastorales, favoreciendo una acción más cercana y coordinada en la vida de la Iglesia en Huelva.

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