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Ha fallecido el presbítero Prudencio Redondo Camarero

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A primera hora de la tarde del domingo cinco de mayo partió a la Casa del Padre el sacerdote Prudencio Redondo Camarero. Descanse en Paz. La capilla ardiente se encuentra en los bethlemitas. La Misa Exequial será en la Catedral, este lunes a las 14 horas.

Nacido en La Guancha en septiembre de 1932, fue bautizado en San Juan de la Rambla. Recibió la ordenación presbiteral de manos del obispo Pérez Cáceres en 1956.

Además de en el seminario diocesano, terminó sus estudios de teología en Salamanca. Su primer destino pastoral fue el seminario diocesano como vice-rector. También fue director espiritual y profesor en el mismo. Sus comienzos como párroco fueron durante un breve periodo de tiempo en las Mercedes para, posteriormente, ser trasladado a San Pedro,  Santo Domingo y Nuestra Señora de Fátima, en Güímar. Durante un año se le encarga la parroquia de Nuestra Señora de la Luz en los Silos y Nuestra Señora de Lourdes en la Tierra del Trigo.

En su intensa vida parroquial ejerció, igualmente, su ministerio en san Bartolomé de Geneto y Nuestra Señora de Fátima en Barrio Nuevo. De Tenerife fue enviado a la capital gomera donde fue párroco y arcipreste de la isla. Al volver a Tenerife fue destinado a la Salud Bajo periodo en el que fue tanto profesor del seminario como del instituto militar de la Cuesta. En 1995 pasó a ser párroco de San Juan en La Laguna, a la cual se añadió también su destino en S. Miguel de Geneto. También fue arcipreste de La Laguna.

Don Prudencio era, además, canónigo de la Santa Iglesia Catedral desde 2004.

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COPE ESPEJO ALMERÍA: Una misión de jóvenes para jóvenes para contagiar la alegría de la fe

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Pascua del Enfermo| María Álvarez: “Me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios”

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Pascua del Enfermo| María Álvarez: “Me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios”

María Álvarez (Sevilla, 1992), pertenece a la Pastoral de la Salud en la Parroquia Inmaculada Concepción y se dedica profesionalmente a la enfermería desde el 2016. Actualmente trabaja en Atención Primaria del Servicio Andaluz de Salud, en un centro de un pueblo de Sevilla.

“Hay una frase que me encanta de una famosa enfermera teorizadora, Virginia Henderson, que creo que describe perfectamente la fusión de ambas vocaciones: Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña. En aquellas situaciones donde hay tal sufrimiento que ni consuelo podemos ofrecer, siempre nos quedará algo: simplemente acompañar, escuchar, estar ahí y como cristianos, tener presente a esas personas en nuestras oraciones para que Dios sea el que les consuele”, apunta Álvarez.

Tras acabar el bachillerato y presentarse a la selectividad, realizó el ciclo superior de Higiene Bucodental y posteriormente, el Grado Universitario de Enfermería en la Universidad de Sevilla.

¿Cómo surgió su vinculación con la Pastoral de la Salud?

Desde muy pequeña, he sentido la necesidad de ayudar a otros. Siempre me acercaba a aquel niño/a que lloraba en el colegio y le intentaba consolar.

Por mi profesión he visto el sufrimiento en todos sus ámbitos, pero cuando he ido a los domicilios a prestar atención sanitaria es cuando he conocido realmente cuánta soledad, miedo, abandono, aislamiento, tristeza, desesperación… se vive dentro de muchos hogares. Con la pandemia (COVID), todo esto empeoró. Las fuertes restricciones de contacto humano que impedían entrar en el espacio cerrado de una casa, hicieron no querer ser visitado por miedo a que te contagiaran. Y unido a la desconfianza a que alguien desconocido entre en tu hogar, se desencadenó un profundo debilitamiento de la Pastoral de la Salud de muchas parroquias. Y una de ellas fue la mía. Dado que he conocido de cerca el sufrimiento físico y espiritual de muchas personas aisladas en sus casas, cuando descubrí el bien que realiza esta pastoral decidí ayudar a reactivarla y poder acercar a Dios y a la parroquia a las personas que más lo necesitan y que están pasando por momentos difíciles.

«Dar esperanza en la tristeza» es el lema de la Jornada del Enfermo elegido para este año. ¿Cómo vive desde su servicio a la Pastoral de la Salud esta premisa?

Tristeza. Creo que el gran problema de este siglo, podría ser la ansiedad y la depresión, el desasosiego, la desesperanza, es decir, el sin sentido de la vida. Lo veo diariamente en mi trabajo. Personas que consultan a los servicios médicos por crisis de ansiedad, intentos de suicido, intoxicaciones por alcohol o drogas, agresiones y hasta problemas físicos desencadenados por problemas psicológicos de base.  La vida puede llegar a ser muy difícil y podemos tener un gran sufrimiento.

Cuando veo por lo que están pasando muchas personas y no son creyentes, pienso que debe ser muy difícil, si no es imposible, superarlo sin la ayuda de Dios.  Por mi propia experiencia, ha habido situaciones en las que lo único que me consolaba era Dios. Por lo que puedo dar testimonio de que, aunque los problemas no hubieran desaparecido y nada hubiese cambiado, el sufrimiento cobraba un sentido con Él. He podido experimentar esa paz que solo Dios puede poner en tu corazón.

Por ello intento transmitir a las personas la esperanza en el sufrimiento, que Dios es misericordioso y que nos ama tal como somos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras incapacidades e insuficiencias. Como bien dice el refrán popular: “Dios aprieta, pero no ahoga”, invita a las personas a confiar en la providencia divina cuando se ven agobiadas por las necesidades. Pienso que Dios nunca nos va a mandar nada que no seamos capaces de superar o llevar con su ayuda y que todo tiene un por qué.

Enfermera cristiana …

Pues sí. Cuando iba a elegir qué carrera estudiar, estaba indecisa entre varias, pero finalmente me decanté por la enfermería porque me permitía tener un contacto directo con las personas, pero, además, en todos sus ámbitos. Es decir, cuidar de forma holística. Confieso que en más de una situación en el trabajo al ver ese sufrimiento tan duro por el que pasaban, me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios.

Hay una frase que me encanta de una famosa enfermera teorizadora, Virginia Henderson, que creo que describe perfectamente la fusión de ambas vocaciones: “Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña.” En aquellas situaciones donde hay tal sufrimiento que ni consuelo podemos ofrecer, siempre nos quedará algo: simplemente acompañar, escuchar, estar ahí y como cristianos, tener presente a esas personas en nuestras oraciones para que Dios sea el que les consuele.

¿Cómo animaría a otras personas a sumarse a este servicio de atención a los enfermos?

Es cierto que a veces puede ser duro conocer las realidades de las personas y puedes hasta llegar a sentirte impotente, pero puedo decir que es una experiencia más gratificante que compasiva.  Es una experiencia que no solo ayuda al otro, sino que enriquece y hace sentirse bien al que presta este servicio, porque cuando uno se dona recibe más de lo que entrega.

Con un poco de tu tiempo, puedes alegrar el alma de una persona, aunque solo sea escuchándola. Puedes hacer su carga un poco menos pesada, al menos durante un ratito. No tienes que decir ni hacer gran cosa. Solo estar y me consta que ellas quedan muy agradecidas. Es algo que recomiendo probar, sin duda alguna, ya que es una forma de vivir el evangelio.

¿Qué le ha aportado espiritual y humanamente la Pastoral de la Salud?

Me ha aportado, y me aporta bastante. Es cierto que llevo poco tiempo en esta Pastoral, pero puedo decir que me sorprende ver cómo estas personas después de tanto sufrimiento siguen adelante. Aportan mucho a la sociedad, son un ejemplo de resiliencia humana. Cuando te cuentan su historia y puedes ver la acción de Dios en sus vidas, cómo Dios les da la fuerza para seguir día a día y superarse, es impresionante. Me enseña a no escandalizarme del sufrimiento ajeno.

Por otra parte, ver el sufrimiento de los demás me denuncia mi egoísmo cuando pienso solo en mis problemas. Pues me recuerda que tengo que dar gracias a Dios de todo lo que me da y también, de aquello que no me da.  Me quedo con esa alegría cuando les llamas por teléfono para decirle que vas a ir visitarlo, esas: … ¡Gracias! ¡Gracias!, y ver esos ojos iluminados cuando llegas a su casa.

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Domingo VI de Pascua. Ciclo B. 5 de mayo de 2024

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Domingo VI de Pascua. Ciclo B. 5 de mayo de 2024

Es lógico que nosotros, a nivel personal y comunitario, nos preguntemos quién somos para Jesús y qué es lo que él espera de cada uno. Es normal que también nos hagamos la pregunta sobre cuál fue el secreto que le llevó a Jesús a cumplir su misión hasta las últimas consecuencias y qué fue lo que le motivó a actuar así, hasta dar su vida. Ese secreto hoy Jesús nos lo desvela en este relato del evangelista Juan. El secreto y el motivo que ha impulsado toda su vida ha sido el amor. 

 

Si anteriormente se nos presentó como el buen pastor o la vid verdadera, ahora se nos presenta como el amigo que nos ama de corazón. Por consiguiente, nosotros para Jesús somos sus amigos porque nos propone una relación de amistad en la que prime el amor. Rechaza entre él y nosotros la relación de esclavos en la que hay opresión, dominio y superioridad. 

El amor que nos tiene Jesús es el amor que tiene él con el Padre; y el amor que a nosotros nos pide en reciprocidad es ese amor. Se trata de una amor en entrega y servicio. No nos trata como a esclavos, desde la opresión, la imposición y el dominio, sino que nos trata como amigos, desde la gratuidad. 

Somos sus amigos porque él nos ha elegido a nosotros. Ser amigos de Jesús es un don y un privilegio que exige responsabilidad y correspondencia. Amar a Jesús es amar al Padre, pero este circuito del amor cristiano se completa con el amor a los demás. Jesús no se conforma con que nuestro amor solo se reduzca a él. El amar a Jesús es también amar a los demás tal y como él nos ha amado, porque, como él dice, «no hay amor más grande que dar la vida por los amigos».

La misión de los amigos y discípulos de Jesús queda clara: es el amor. El amor nos hace permanecer en él. Para Jesús, si no hay amor no hay vida ni misión. Sin el amor en nuestra vida, aunque lo tengamos todo, estaremos vacíos e insatisfechos. Solo daremos frutos si amamos. La nueva Ley es la del amor.

Emilio J. Fernández, sacerdote

https://elpozodedios.blogspot.com/

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El domingo 5 de mayo, la Pastoral Gitana celebrará al beato Ceferino en Fonelas

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El domingo 5 de mayo, la Pastoral Gitana celebrará al beato Ceferino en Fonelas

Será en la Misa de las 12´30 de la mañana, en la que cantará el nuevo Coro Gitano de Fonelas

 

La Pastoral Gitana invita a participar en la celebración de la fiesta litúrgica del beato Ceferino, que será el domingo 5 de mayo, en la parroquia de Fonelas. El día del beato Ceferino es el 4 de mayo, pero en la diócesis de Guadix se va a vivir con una Misa de acción de gracias al día siguiente, el domingo 5, a las 12 de la mañana.

Será una Misa muy especial, pues estará participada por miembros de la comunidad gitana de pueblos de nuestra diócesis, pues esta celebración se quiere vivir como una jornada de encuentro. Cantará el nuevo Coro Gitano de Fonelas, que se está creando en esa localidad.

Los directores del Secretariado de Pastoral Gitana, Manuel Requena y Juan Diego Tapia, animan a todos a participar en esta celebración. Ellos vienen trabajando con grupos de la comunidad gitana en algunos pueblos de nuestra diócesis y pronto participarán en las jornadas de Pastoral Gitana que organiza la Conferencia Episcopal y que este año serán en Teruel.

Antonio Gómez

Delegado diocesano de MCS. Guadix

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La Virgen de la Cabeza de Cúllar volvió a su casa tras los días de fiesta

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La Virgen de la Cabeza de Cúllar volvió a su casa tras los días de fiesta

 

Los feligreses de Cúllar han llevado la imagen de la Virgen de la Cabeza hasta su ermita, situada a las afueras de la localidad, donde permanece todo el año. Fue bajada para las fiestas en su honor la semana pasada, el último fin de semana de abril, y este viernes 3 de mayo, día de la Santa Cruz, en procesión, los feligreses de Cúllar han acompañado a la Virgen hasta su ermita.

 

Con esta procesión, que casi es una romería, Cúllar ha puesto fin a unos días de fiesta en honor de la Virgen de la Cabeza. Fue bajada el sábado de fiestas, el 27 de abril, acompañada de muchos fieles y las comparsas de moros y cristianos. Tras la procesión y los desfiles por las calles de Cúllar, la imagen de la Virgen ha permanecido en la parroquia hasta el viernes 3 de mayo, cuando ha sido llevada en procesión hasta su ermita. Esa procesión comenzó a las 7 de la mañana y a la llegada a la ermita, conocida como “La Torre”, se celebró la Eucaristía. Allí permanecerá todo el año y, como indica el párroco, Damián Pérez, se celebrará la Misa todas las semanas hasta el 15 de agosto.

Cúllar siente una gran devoción por la Virgen de la Cabeza y vive esos días de fiesta con mucha intensidad. Pero también la veneran y la tienen muy presente todos los días del año.

Antonio Gómez

Delegado diocesano de MCS. Guadix

 

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Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe (04-05-2024)

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Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe (04-05-2024)

Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe, 4 de mayo de 2024. Lecturas: Hechos 10,25-26. 34-35; Sal 97,1. 2-3ab. 3cd-4; I Jn 4,7-16; Jn 15, 9-17.

Saludos: Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: Sr. Párroco, Delegado Episcopal, sacerdotes concelebrantes, diácono; Sr Alcalde y Corporación Municipal de Albaida del Aljarafe; Consejo Pastoral; Fervorosa, Ilustre, Seráfica y Antigua Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz y Nuestra Madre y Señora de la Piedad; Representaciones de Hermandades de Gloria y Penitencia; hermanos y hermanas presentes en este día de la Coronación Canónica de Nuestra Madre y Señora de la Piedad, un día tan grande de fiesta para todos nosotros. Demos gracias a Dios y a María Santísima, por nuestra fe, por nuestra historia, por todos los albaidejos que nos han precedido en este camino, durante más de cinco siglos, en la Parroquia, en la Hermandad y en la Villa.

Coronamos hoy a Nuestra Madre y Señora de la Piedad porque es verdaderamente Reina. Ella es Reina por ser la Madre de Jesucristo, y también porque tiene un papel excepcional en la obra de la salvación. Esta tarde, con la celebración de la Eucaristía y la Coronación Canónica, expresamos nuestro fervor y amor de hijos, y reafirmamos nuestro compromiso de fidelidad hacia ella, que en todas las circunstancias de la vida nos acompaña con su protección. Nuestra Madre y Señora de la Piedad nos sostiene en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para vivirla y transmitirla a los demás, en especial a nuestros niños y jóvenes.

El evangelio que hemos escuchado nos transporta al cenáculo, al discurso de despedida de Jesús, antes de la Pasión, cuando se despide de sus apóstoles y les abre el corazón. Los invita a tener fe, a confiar en Dios y en él, y les habla de fructificar en el amor a partir de la alegoría de la vida y los sarmientos, que concluye con una lección sobre el ejercicio de la caridad, el amor cristiano. La idea central, a lo largo del texto, es permanecer en Cristo. También les comunica su alegría, que ha de ser plena en ellos, y su amistad. Les da el mandamiento nuevo del amor y urgiéndoles a permanecer en su amor: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Por lo tanto, un amor sin límites, un amor hasta dar la vida.

Este es el ideal que el Maestro nos ofrece y el único camino para encontrar la felicidad, la paz, la alegría, que en el fondo de su corazón todo ser humano anhela. No faltará quien piense que se trata de una ingenuidad, y que no hay más que seguir los telediarios para comprobar la fuerza de la codicia, que provoca crisis económicas continuamente, o la fuerza del odio, que se manifiesta cada día en conflictos bélicos entre países, en violencia callejera, y, en ocasiones, el seno mismo de las familias. Por otra parte, también nosotros experimentamos fracasos después de hacer propósitos sinceros de amar, y de ayudar a los demás. Sin duda habrá quien llegue a la conclusión de que para el ser humano es absolutamente imposible cumplir este mandamiento.

Pero eso significaría renunciar a toda esperanza, caer en el pesimismo radical respecto al ser humano. Por eso hay que volver la mirada al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, y reconocer que el secreto está en permanecer en Él, unidos a Él, arraigados en Él. Y la gran novedad consiste en que no nos señala una norma externa y extraña que se impone desde fuera, sino que nos comunicaa la expresión de un dinamismo que brota precisamente del interior, de la unión con Cristo. Sólo a partir de este fundamento se puede entender el mandamiento del amor. Las verdades de fe, la celebración de los misterios y la vida moral vienen a ser como tres dimensiones de una única vida de unión con Cristo, y es consecuencia del encuentro con él.

Y ¿cómo podremos permanecer en el amor de Cristo? Viviendo en amistad con Él, siguiendo sus enseñanzas. Su mayor acto de amor consiste en dar la vida en la cruz por la salvación de todos, y esa entrega queda perpetuada mediante la Eucaristía, en la que se nos da como alimento. En la Eucaristía vivimos la unión con Cristo y con los hermanos, y recibimos la fuerza para amar a Dios y a los demás, para perdonar, para compartir, para salir al encuentro de los más necesitados. Amar a Dios y al prójimo serán dos dimensiones inseparables de una única actitud. Esta vivencia del mandamiento nuevo de Jesús ha de ser el distintivo visible de cada cristiano, de cada Hermandad, de cada Parroquia.

Nuestra Madre y Señora de la Piedad camina con nosotros y nos lleva de la mano, y nos enseña a preparar la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Ella es verdaderamente Madre de Dios porque es la Madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre. Es realmente madre nuestra porque Jesús antes de morir en la cruz, le encargó una nueva misión: ser la madre de todos los creyentes, por eso colaboró con su Hijo en la obra de la redención desde el principio hasta el final. Nosotros también tenemos una misión en la vida, en el mundo, en la Iglesia. Nuestra Madre y Señora de la Piedad nos enseña a llevarla a cabo con confianza. Hoy, con la Coronación Canónica, hacemos el firme propósito de que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en Albaida del Aljarafe, nuestra Villa.

Hoy pedimos especialmente a Nuestra Madre y Señora de la Piedad que ayude y proteja a los albaidejos y a los fieles de toda la archidiócesis, para que permanezcamos unidos a Cristo y demos frutos de amor. Ayúdanos a mostrar tu amor y piedad de Madre especialmente a los que sufren, a los marginados, a los indefensos, a los más necesitados. Ayúdanos a defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, a servir a los más pobres, los enfermos, los ancianos que están solos; a los niños y jóvenes desfavorecidos, a los que sufren en medio de situaciones familiares rotas; a los inmigrantes, a las personas que no tienen trabajo. Enséñanos, Madre, a trabajar por una sociedad más justa y fraterna, danos fuerza para trabajar por la paz, para construir un mundo en paz. Enséñanos a mantenernos firmes cuando llegue el momento de la cruz, y danos la fuerza para no caer en el desánimo cuando el sufrimiento y la oscuridad se hagan presentes en el camino.

Queridos hermanos: hoy tiene lugar aquí un acontecimiento histórico: la Coronación Canónica Nuestra Madre y Señora de la Piedad. Una corona para la Madre que tanto amamos y veneramos. Coronar una imagen de María significa aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Reina y Madre. Contemplad su imagen. Ella conoce vuestras penas y problemas, vuestro dolor; ella os entiende, os escucha y os espera. Ella sabe más que nadie de piedad y misericordia, de consuelo y esperanza. Cuando estéis cansados y agobiados, acudid a ella, que os reconfortará; y cuando estéis alegres y felices, acudid también a ella, para reforzar aún más el gozo y la esperanza.

En este día de fiesta damos gracias al Señor por el don de nuestra Madre, y queremos seguir caminando de su mano y bajo su protección; damos gracias a María Santísima, que nos enseña a confiar en Dios y a seguir el camino que conduce a Jesús. Todos nos encomendamos a su protección: Nuestra Madre y Señora de la Piedad, ruega por nosotros.

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Nuestra Señora de la Piedad de Albaida del Aljarafe coronada

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El parque Doctor Rafael Rodríguez, de Albaida del Aljarafe, acogió la tarde de este sábado la ceremonia de coronación canónica de  la Virgen de la Piedad, de la Hermandad de la Vera Cruz.  Una multitudinaria Eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses. Durante su homilía, expresó que mediante este gesto de coronación a la Madre de Dios, “reafirmamos nuestro compromiso de fidelidad hacia ella, que en todas las circunstancias de la vida nos acompaña con su protección. Nuestra Madre y Señora de la Piedad nos sostiene en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para vivirla y transmitirla a los demás, en especial a nuestros niños y jóvenes”.

El arzobispo de Sevilla instó a “volver la mirada al Santísimo Cristo de la Vera Cruz, y reconocer que el secreto está en permanecer en Él, unidos a Él, arraigados en Él”, porque solo “a partir de este fundamento se puede entender el mandamiento del amor. Las verdades de fe, la celebración de los misterios y la vida moral vienen a ser como tres dimensiones de una única vida de unión con Cristo, y es consecuencia del encuentro con él”, añadió.

Nuestra Madre y Señora de la Piedad, reflexionó don José Ángel “camina con nosotros y nos lleva de la mano, y nos enseña a preparar la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Ella es verdaderamente Madre de Dios porque es la Madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre. Es realmente madre nuestra porque Jesús antes de morir en la cruz, le encargó una nueva misión: ser la madre de todos los creyentes, por eso colaboró con su Hijo en la obra de la redención desde el principio hasta el final”.

Por este motivo, “con la Coronación Canónica, hacemos el firme propósito de que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en Albaida del Aljarafe, nuestra Villa”.

Durante su alocución explicó que “coronar una imagen de María significa aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Reina y Madre. Contemplad su imagen. Ella conoce vuestras penas y problemas, vuestro dolor; ella os entiende, os escucha y os espera. Ella sabe más que nadie de piedad y misericordia, de consuelo y esperanza. Cuando estéis cansados y agobiados, acudid a ella, que os reconfortará; y cuando estéis alegres y felices, acudid también a ella, para reforzar aún más el gozo y la esperanza.

Finalmente agradeció a Dios por el don de nuestra Madre, con la “que queremos seguir caminando de su mano y bajo su protección”.

Puede ver la ceremonia en este enlace

Homilía íntegra aquí

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Pascua del Enfermo| Eladia Guerra: “Cuando visito a los enfermos, veo en ellos a un Cristo sufriente”  

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Pascua del Enfermo| Eladia Guerra: “Cuando visito a los enfermos, veo en ellos a un Cristo sufriente”  

Eladia Guerra (Badajoz, 1956), viuda y madre de diez hijos. Pertenece al Camino Neocatecumenal y es feligresa de la Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles y Santa Ángela de la Cruz, de Sevilla Este. Tras la enfermedad de su marido y la visita de agentes de la Pastoral de la Salud para administrarle el sacramento de la reconciliación y llevarle la comunión, Eladia descubrió la importancia del acompañamiento en los momentos de fragilidad humana fruto de la enfermedad.

“De esto hace ya diez años y pienso que es una misión a la que la Iglesia me sigue llamando”. Eladia, cuando visita a los enfermos, ve en ellos a “Cristo sufriente, y les anuncio que Dios está también presente en su situación; de vejez, de enfermedad, de soledad… Y que Él los ama, los acompaña, no es indiferente a su sufrimiento. A los enfermos procuro transmitirles siempre que esta vida es pasajera, que nuestra esperanza está en la vida eterna, y que en tanto en cuanto aceptemos nuestra situación de cada día, podemos empezar a disfrutar ya de esta vida eterna”.

Afirma que “es una experiencia en la que no solo das de tu tiempo, sino que también recibes mucho bien de las personas a las que visitas. Ellos te cuentan sus experiencias de vida y verdaderamente son muy enriquecedoras. No siento que sea una pérdida de tiempo, sino un servicio a los demás en nombre de Jesucristo”.

¿Cómo vive desde su servicio a la Pastoral de la Salud esta premisa?

Cuando visito a los enfermos, veo en ellos a un Cristo sufriente, y les anuncio que Dios está también presente en su situación; de vejez, de enfermedad, de soledad… y que Él los ama, los acompaña, no está indiferente a su sufrimiento. Quiero transmitirles que esta vida es pasajera, que nuestra esperanza está en la vida eterna, y que en tanto en cuanto aceptemos nuestra situación de cada día, podemos empezar a disfrutar ya de esta vida eterna.

¿En qué consiste su apostolado?

La Pastoral de la Salud está dividida en grupos, normalmente de dos personas. Cada semana vamos a casa de los fieles que han solicitado que se les visite. Charlamos con ellos, los acompañamos, los escuchamos, rezamos juntos, y reciben la Comunión.

Un mandato evangélico y una obra de misericordia ¿No es así?

Es una experiencia en la que no sólo das de tu tiempo, sino que también recibes mucho bien de las personas a las que visitas. Ellos te cuentan sus experiencias de vida y verdaderamente son muy enriquecedoras. Hoy día vamos siempre corriendo, agobiados y dedicamos poco tiempo a los demás. Esto de las obras de misericordia suena a algo anticuado, pero cuando nos toca vivir una situación difícil, es muy importante y necesario sentirse acompañado, consolado y que nos recuerden que Dios nos ama. Visitando a los enfermos, hacemos presente este Amor de Dios.

Espiritualmente la Pastoral de la Salud me ayuda el ver que el Señor actúa en la vida de cada una de las personas que visitamos.  No siento que sea una pérdida de tiempo, sino un servicio a los demás en nombre de Jesucristo.

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Pascua del Enfermo | ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar’

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Pascua del Enfermo | ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar’

En la Archidiócesis de Sevilla, poco menos de mil agentes de la Pastoral de la Salud dedican parte de su tiempo a visitar, acompañar y consolar a las personas que sufren dolencias físicas y espirituales.

Daniel Soto (Sevilla, 1980), es uno de los llamados a practicar la “projimidad” con los más vulnerables. Él tiene la dicha de compaginar su profesión de enfermero con su vocación cristiana. “Durante años llevé pegada la oración de san Francisco de Asís en el reverso de mi tarjeta profesional identificativa como recordatorio de mi doble vocación: ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender y ser amado, sino amar’.

Está casado con Ana Piedra desde hace 15 años. Padre de seis hijos y en espera del séptimo en unos meses.  En relación a su vida profesional es enfermero de profesión y vocación. Ha trabajado en España y Reino Unido, durante siete años. En la actualidad es profesor de formación profesional. Pertenece a la Parroquia Concepción Inmaculada, de Nervión.

¿Cómo surgió su vinculación con la Pastoral de la Salud?

Cuando estudiaba la carrera conocí a un paciente que había tenido una vida disoluta. Estaba muy enfermo y había que amputarle una pierna. Además del sufrimiento físico, tenía un gran sufrimiento espiritual porque estaba solo. Viendo su angustia vital, le recomendé que hablara con el capellán del hospital. Hasta entonces, él no se había planteado esa opción porque estaba alejado de la Iglesia, sin embargo, lo hizo y le dio mucha paz.  Entonces entendí que además de cuidar de nuestro cuerpo, todos estamos necesitados de apoyo espiritual, lo que me hizo colaborar con la Pastoral de la Salud en los distintos hospitales en los que he trabajado desde el año 2010.

Al llegar a Sevilla, mi párroco solicitó ayuda para apoyar la Pastoral de la Salud después del COVID, porque la imposibilidad de visitar enfermos durante la pandemia hizo que esta pastoral se enfriara en nuestra parroquia y muchas otras. La Iglesia siempre me ha cuidado y me ha dado mucho, así que me parecía merecido devolverle algo de mi tiempo en un campo en el que tengo experiencia.

«Dar esperanza en la tristeza» es el lema de la Jornada del Enfermo elegido para este año. ¿Cómo vive desde su servicio a la Pastoral de la Salud esta premisa?

La desesperanza es la gran epidemia de este siglo. Sólo hay que ver el aumento de las enfermedades mentales como la depresión, el incremento del suicidio en los jóvenes occidentales y el aislamiento social que viven muchas personas.

Devolver la esperanza pasa por el reconocimiento de la dignidad de cada individuo y acompañarlos para que no se sientan solos y olvidados. En mi experiencia, acompañar al que sufre es enormemente valorado por los enfermos, probablemente porque les devuelve la humanidad que parece que el sufrimiento y la enfermedad les quitan. Esto es frecuente, por ejemplo, con los enfermos terminales o los abandonados socialmente. Siempre se puede acompañar y cuidar al que sufre, para devolverle su condición humana y de hijo de Dios.

Enfermero y cristiano. Una bendición poder compaginar ambas vocaciones, ¿no es así?

Durante años llevé pegada la oración de San Francisco de Asís en el reverso de mi tarjeta profesional identificativa como recordatorio de mi doble vocación: “…Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender y ser amado, sino amar.”

Para que alguien que está mal, vuelva a estar bien, otro tiene que poner de su esfuerzo y de su amor desinteresado. Al menos esta es mi experiencia de lo que Jesús hace conmigo: me restaura, me dignifica y vuelta a empezar. Cuidar de los enfermos me acerca a Dios. En ellos se puede ver el rostro amoroso de Jesús.

¿Cómo animaría a otras personas a sumarse a este servicio a los enfermos?

La encíclica Spe Salvi dice que la grandeza de la humanidad está relacionada con la forma en que tratamos al que sufre. Es un privilegio que las personas, en su máximo momento de vulnerabilidad, te abran una puerta a su vida y su intimidad, en ocasiones hasta el punto de poder formar parte de la biografía o historia de esa persona.

El sufrimiento, la enfermedad y la muerte es un rasero que nos iguala a todos. El pobre y el rico, el sabio y el torpe. Se trabaja con la esencia de la persona, sin máscaras. Trabajar en ese entorno es muy bonito. Es mucho más lo que se recibe que lo que se da.

¿Qué le ha aportado espiritual y humanamente la Pastoral de la Salud?

Hoy día se habla mucho de los “influencers” y de cómo impactar en el mundo. La Pastoral de la Salud está alejada de la pompa y los focos grandilocuentes, ocurre en la intimidad de un salón o al pie de una cama, y sin embargo, tiene una resonancia asombrosa y de gran trascendencia para el enfermo y el agente de pastoral. ¡Eso sí que es una verdadera influencia!

En el evangelio del Samaritano, Jesús termina diciendo: “Haz tú lo mismo”. Esto es lo que aporta la Pastoral de la Salud, poder participar y disfrutar del amor de Dios con los enfermos.

Estar en contacto con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte también me ha ayudado a trivializar las pequeñas dificultades ordinarias a las que a veces le he dado excesiva importancia. Me ayuda a tener una vida más auténtica. Para mí ha sido un privilegio acompañar a tantos enfermos y sus familias, aliviar al que sufre, o presenciar la fe en el que se prepara para una muerte santa. Cada uno de estos testimonios me ha ayudado a confirmar la esperanza de la Resurrección.

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