Historia de la diócesis

La Diócesis de Cádiz comparte con la Diócesis de Asidonia – Jerez el territorio de la provincia de Cádiz, ocupando la parte meridional de la misma. Tiene una zona extensa de costa y otra de carácter rural e interior.

Demográficamente, la Diócesis consta de cuatro zonas bien delimitadas: la Bahía de Cádiz; la Zona Rural, llamada La Janda, en parte costera y en parte interior; la Bahía de Algeciras, que configura la Comarca del Campo de Gibraltar; y la Ciudad de Ceuta, que es territorio español aunque geográficamente está en la costa norte de África. El número total de habitantes de la diócesis asciende a 710.000.

La historia de esta tierra se remonta más de tres mil años, constando suficientemente la existencia de una ciudad fenicia, dedicada sobre todo al comercio de metales, y posteriormente la presencia de los griegos y los romanos.

Existe una tradición de que estas tierras fueron evangelizadas por San Hiscio o Hesiquio, uno de los siete Varones Apostólicos. En esta tradición se apoya el título de Apostólica que ostenta la Catedral de Cádiz.

Hay datos de la presencia de una cristiandad y de una sede episcopal en Medina Sidonia en la época tardo-romana y visigótica, aunque la sucesión episcopal se interrumpió durante la dominación árabe, siendo restablecida en 1266 por el Papa Clemente IV, después de la reconquista de la ciudad por Alfonso X el Sabio, ya en la ciudad de Cádiz.

Después del descubrimiento de América, Cádiz no solo fue el puerto cabecera del comercio con Ultramar, sino que canalizó también los viajes de los evangelizadores hacia América.

La ciudad de Ceuta, en la costa norte de África, fue conquistada a los musulmanes por Portugal en 1415, siendo erigida la diócesis por el Papa Martín V en 1420. En 1580, al unirse Portugal y España, quedó definitivamente unida a la Corona del Rey español. En 1846 murió el último obispo residencial de Ceuta, quedando la diócesis desde entonces unida a la de Cádiz como verdadero obispado. El Obispo de Cádiz tiene por eso el título de «Obispo de Cádiz y Ceuta».

Esta Ciudad-Diócesis presenta unos perfiles únicos de pluralismo étnico, cultural y religioso, a la vez que un nivel ejemplar de convivencia. De una población de aproximadamente 70.000 habitantes, son españoles y cristianos 54.000, musulmanes unos 15.000, 1.200 hebreos y alrededor de 500 hindúes.

La Diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y se culminó en 1933. Es sufragánea de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación. Dentro de su territorio se comprenden la antigua diócesis de Assidonia (Medina Sidonia) y la medieval de Algeciras (Insula Viridis), pero unida también a la de Cádiz.

Las Diócesis de Cádiz y Ceuta son andaluzas, pero con factores geográficos e históricos singulares como sitio y situación, al paso de todas las invasiones extranjeras por cruce de caminos que es el Estrecho de Gibraltar con los continentes de Europa y África, y los mares Mediterráneo y Atlántico. La vida de los gaditanos y ceutíes y de sus Iglesias ha sido una alternancia de la precariedad y la riqueza, y del sufrimiento y alegría, que les proporcionaron su localización extrema y su fidelidad.

La presencia de comunidades cristianas en los territorios de Cádiz y Ceuta es muy antigua como correspondía a una zona de tránsito de Europa a África y viceversa. El obispado asidonense podría ser de época romana, pero solamente hay constancia visigoda.

Para Ceuta es muy importante la época de dominio bizantino del emperador Justiniano y su general Belisario. Invadida y conquistada la Península por los árabes, la vida de los cristianos sometidos se hizo precaria hasta el punto de casi desaparecer las comunidades mozárabes en la época de los almohades.

Alfonso X incorporó Cádiz y otras poblaciones a Castilla, logrando el traslado de la sede asidonense (Medina Sidonia), que se hizo efectiva en 1267 con la consagración del primer obispo Fray Juan Martínez. Ceuta fue conquistada por el rey de Portugal Juan I en 1415 y Martín V la hizo sede episcopal en 1417. Felipe II al proclamarse soberano portugués en 1580 la unió a sus reinos, conservándose así después que en 1640 Portugal se separara de España. En 1846 murió el último prelado ceutí; por el Concordato de 1851 se convino la supresión de la diócesis, pero fue encomendada a la de Cádiz, primero como Administración Apostólica y en 1933 como obispado titular unido al gaditano.

El actual obispo es D. Antonio Ceballos Atienza. Sus numerosas pastorales y homilías es el resultado de su profunda preocupación por resolver los problemas que se le plantean como pastor. El contacto frecuente con las parroquias y grupos le permitió conocer la complejidad y la fragmentación en comarcas extensas del obispado; para su mejor atención creó tres viarios episcopales de los territorios correspondientes a las zonas de la Bahía de Cádiz, la zona Centro y la del Campo de Gibraltar. Para una formación más adecuada de los futuros sacerdotes gaditanos abre el Seminario de San Bartolomé trasladando los estudios de Filosofía y Teología de Sevilla a Cádiz, donde continúa proporcionando anualmente promociones de presbíteros que han ido incorporándose al clero diocesano. Sin embargo, el envejecimiento de la edad media de los sacerdotes constituye una grave preocupación y un motivo para no dejar de insistir por todos los medios en el fomento de vocaciones. La actual inmigración de las pateras del Estrecho es el motivo mayor de sufrimiento.

Su mayor preocupación es el retroceso de la práctica religiosa de muchos feligreses ante el proceso secularizador. Secundando las orientaciones de Juan Pablo II para el siglo XXI, Monseñor Ceballos promovió el Sínodo Pastoral de la Diócesis de Cádiz y Ceuta en el año jubilar 2000 desde la carta de convocatoria el 14 de septiembre de 1997, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, hasta el decreto de promulgación de las seis constituciones del Sínodo Diocesano el 12 de octubre del año 2000, pasando por los trabajos de preparación, las sesiones y la clausura del Sínodo en la Catedral Nueva de Cádiz el 11 de junio, domingo de Pentecostés. Para potenciar esta etapa renovadora procedió al nombramiento del vicario episcopal de Pastoral, supresión de los vicarios de zona y a dar mayor protagonismo a los arciprestes.